Hace unas semanas leí casi entre lágrimas la entrada que Melisa Tuya dedicó al tema de la pérdida de un animal de compañía en su blog En busca de una segunda oportunidad. Abordaba el tema tranquila y serena, como ella sabe hacerlo, pero hablar de esto siempre resulta duro porque aunque así debe ser, ese "Se irán y nosotros lo veremos" con el que arrancaba su reflexión me hizo estremecer.
Es ley de vida que los humanos, por norma general, sobrevivamos a la mayoría de nuestros animales de compañía: la esperanza de vida media de perros y gatos caseros ronda los 15 años (dándose casos que llegan a cumplir 18, 19 o incluso 20) pero antes o después llega la hora de decir adiós, algo para lo que nunca, jamás, se está preparado. Y es que además del choque emocional que la muerte de nuestro animal supone y del luto que le sucede son muchos los detalles mundanos a los que deberemos enfrentarnos en unos momentos duros en los que es difícil mantener la cabeza fría y en los que seguramente no estaremos para nada ni para nadie. Y de esos pasos y obligaciones tras el óbito es precisamente de lo que hoy queremos hablaros, dejando de lado toda clase de morbo sobre un tema doliente como este pero sin olvidar que no está de más estar informados al respecto.