La malta es esa pasta pegajosa que con su efecto laxante ayuda a los felinos domésticos a prevenir los problemas derivados de la ingesta de pelo y que pueden ir desde vómitos puntuales hasta la formación de auténticas bolas que, en ocasiones, provocan peligrosas obstrucciones intestinales. ¡Ahí es nada! Ese es el motivo por el que un gesto como el de proporcionarles periódicamente a nuestros gatos un poco de malta puede evitarnos sustos bastante serios. Fácil de encontrar y relativamente económica, se trata de un producto que no debe faltar nunca en una casa con gato, siendo indispensable en los momentos en los que la muda del pelaje felino se intensifica (en otoño y primavera)
El principal problema que encuentran algunos propietarios es que sus gatos no quieren tomarse la malta. Adorada como un auténtico manjar por muchos felinos, otros aparentemente la detestan hasta límites insospechados, rechazando de plano el producto y montando todo un espectáculo cada vez que toca tomarla. ¿Conclusión? Sus dueños claudican, dejando de lado una rutina casi fundamental. Y pensando precisamente en este colectivo que ya ha tirado la toalla y en aquellos que están a punto de lanzarla, ahí van un par de consejos.
El primero es que en el mercado hay variedad de marcas con texturas y sabores diferentes. Es recomendable probar varias antes de llegar a la conclusión de que la guerra está definitivamente perdida. Y es que puede que una pasta demasiado pegajosa o un sabor muy fuerte sea el motivo del rechazo en cuestión, cambiando totalmente el asunto con una malta distinta. En casa, por si os sirve, la pasta que nunca nos falla es la deVitakraft con malta y queso (su precio oscila entre 7 y 9 € el bote de 100 gramos y está disponible de manera habitual, por ejemplo, en Carrefour)
El segundo consejo es que si nuestros gatos no toman voluntariamente su dosis, podemos obligarles sin montar grandes dramas a ingerirla. ¿Cómo? Aprovechándonos de la obsesión por la higiene de nuestros mininos. Así, cogeremos un pequeño pegote que extenderemos bien por una de sus manitas delanteras o directamente en el morrete sobre la boca. Pero ¡atención!: hemos dicho que lo extenderemos bien, cual si fuera mantequilla en una tostada, porque si depositamos el pegote sin más seguramente de un manotazo o con un gracioso movimiento de cabeza lo lanzará hasta decorar con él la pared más cercana. Si os decidís a poner en práctica esta técnica y sois pacientes os aseguramos que la mayoría de los gatos reacios terminarán por tomársela, aunque un pequeño colectivo aún resistirá, dejando que la dichosa sustancia pegajosa con la que hemos embadurnado su preciosa anatomía se caiga por aburrimiento antes que ingerirla.
Una vez asumida la importancia de proporcionar malta a nuestros pequeños, lo cierto es que si ni los cambios de marca ni la técnica de la mantequilla os funcionan, seguramente estaremos ante uno de esos gatos para los que la invención de los snacks rellenos de malta ha supuesto todo un hito. Pero ese ya será otro tema.
Nota: Por motivos obvios y por propia experiencia, recomendamos dar la malta a nuestros gatos siempre en habitaciones con azulejos o cuyas paredes sean fáciles de limpiar...
Una vez asumida la importancia de proporcionar malta a nuestros pequeños, lo cierto es que si ni los cambios de marca ni la técnica de la mantequilla os funcionan, seguramente estaremos ante uno de esos gatos para los que la invención de los snacks rellenos de malta ha supuesto todo un hito. Pero ese ya será otro tema.
Nota: Por motivos obvios y por propia experiencia, recomendamos dar la malta a nuestros gatos siempre en habitaciones con azulejos o cuyas paredes sean fáciles de limpiar...